JUNTO A TI, MARÍA

Un año más, la parroquia ofrece para este mes de mayo, una reflexión diaria en torno a la Santísima Virgen María. Puede descargar el cuadernillo pinchando sobre la imagen. 

¡Bienvenidas a la Iglesia!

En la tarde del segundo domingo de Pascua, coincidiendo con la fiesta de la Divina Misericordia, tres adultos de la parroquia (junto a otros de otras parroquias) recibieron los Sacramentos de Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía). La celebración tuvo lugar en la catedral de Murcia y estuvo presidida por el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes. Habitualmente, los Sacramentos de Iniciación Cristiana se administran de manera progresiva en el caso de los niños, pero en los adultos se administran en la misma celebración.

Una vez bautizados, los neófitos fueron revestidos con túnicas blancas y recibieron de manos de sus padrinos la luz de Cristo, con las velas encendidas en el cirio pascual. Después, Mons. Lorca les administró el sacramento de la Confirmación, pudiendo ya participar a continuación en la Eucaristía, recibiendo la Comunión y consumando así su iniciación cristiana.

Un grupo de feligreses de la parroquia acompañó a estos nuevos cristianos en la celebración. 

CULTOS A LA DIVINA MISERICORDIA

La parroquia celebró una semana de cultos en torno a fiesta la Divina Misericordia, ya en el tiempo pascual. Del lunes 10 al viernes 14 de abril, tras la Eucaristía, se hizo una oración y se rezó la coronilla. El sábado, día 15, también hubo un tiempo de adoración y se rezó el Santo Rosario antes de la Misa.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: "¡HA RESUCITADO!"

Con la Vigilia, “madre de todas las vigilias”, comienza el tercer día del triduo. ¡Resucitó! Cristo, el que nació de María la Virgen, el que pasó haciendo el bien, el que partió el pan y fue clavado en la Cruz, ¡resucitó! La Luz vence a las tinieblas.

Sólo el amor tiene la última palabra. Sólo Dios es capaz de transformar el dolor en salvación. ¡Resucitó! Es el grito de la Iglesia después de siglos y siglos. Es nuestro grito, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor. Jesús resucitó y cambia el rumbo de la historia y de la humanidad. Él vive y la última palabra la tiene la Resurrección.

Toda la Palabra de Dios en esta noche nos muestra la unidad salvífica en Cristo. Pongámonos hoy en pie, en camino, seamos madrugadores para ver lo que ha ocurrido, y llevemos esta Buena Noticia a todos. La Cruz tiene sentido por el poder de la Resurrección. La Cruz ha sido iluminada como el árbol de la vida.

Hoy muy especialmente, y cada domingo, celebramos la vida, la vida de la gracia en los sacramentos. “El sacramento de la Pascua, el memorial del sacrificio de la Cruz, y la presencia de Cristo resucitado, es también culminación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna”. ¡Qué bello es, por tanto, celebrar hoy el bautismo, la confirmación y la eucaristía! Somos hijos de Dios, y nos ha llamado a la vida para hacernos participar de su misma vida.

Luz y Palabra. Bautismo y Eucaristía expresan la vida de Dios. Todo es así por el agua y el Espíritu de nuestro bautismo. En él hemos muerto con Cristo y vivimos con él. También hemos ido al sepulcro y hemos escuchado la hermosa noticia de la Historia.”No está entre los muertos. ¡Ha resucitado!” Y después, un tanto aturdidos por todo lo sucedido, como aquellos discípulos de Emaús, sentimos que arde nuestro corazón, y que es verdad: ¡Cristo Vive, Aleluya, Aleluya!

Es la invitación que nos hacía el Papa Francisco en la Pascua: “Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz”.

Este es el día. El día de la fiesta. El día del Señor. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos contentos. La muerte no es el último estadio de la vida. La muerte no es punto y final. Cristo ha resucitado, vive, lo han visto, nos lo han dicho los testigos, esa es la noticia del día, de hoy y de siempre.

REFLEXIÓN DEL P. LUIS MARCO SUS, C.P.

VIERNES SANTO: "TENGO SED"

Día de Pasión, día del mayor amor. Decía san Pablo de la Cruz que “la Pasión de Jesús es la obra más grande del amor de Dios”.

El relato de la Pasión, nos aproxima a los últimos momentos, las últimas horas del Jesús histórico entre nosotros. Todas las artes lo han plasmado en obras maravillosas: en la pintura, la escultura, la música, el cine, etc. La lectura pausada de la Pasión del Señor nos invita especialmente a adentrarnos en “el mar inmenso del amor de Dios”. La hora de su muerte estaba cerca: Getsemaní es el lugar de la lucha del hombre-Jesús y la aceptación de la voluntad del Padre-Dios. Es lugar de sufrimiento y entrega. Lugar de la agonía más abismal y de la donación más sublime que se consumará en la Cruz.

¡Cuánto cuesta decirle al Señor “hágase tu voluntad”, decirle Sí, sin condiciones! Getsemaní es la escuela para aprender a decir sí a Dios, aunque uno llegue al sufrimiento ilimitado. Getsemaní nos invita a aceptar la cruz que nos perdona y nos salva. Y de allí, al Gólgota: Jesús, clavado en la cruz, coronado de espinas, atravesado por la lanza, desnudo… Jesús con los brazos abiertos, abrazando a la humanidad. Es la imagen que mejor representa lo que es el Amor, la entrega, el esfuerzo, la coherencia, el perdón. Lo rubrican además, sus últimas palabras. Hoy nos postramos ante la Cruz, la besamos y la adoramos, y nos abrimos a la oración más universal si cabe, para que nadie quede excluido de la salvación alcanzada por la Pasión de Cristo.

La Cruz es el altar del amor infinito. Allí respondemos a la invitación de Cristo: aceptar el dolor, y ayudar al otro a llevar la cruz. Comulgamos con su Pasión.

No quiero añadir muchas palabras. Nos decía el Papa: “En esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva”.

Jesús tiene sed. Lo dice su cabeza coronada de espinas, sus brazos abrazando al mundo, sus manos abiertas, sus pies cansados, su costado abierto, su rostro y su voz ronca: “Tengo sed”. Jesús tiene la sed de agua, cierto. Pero, sobre todo, del perdón entre nosotros, de la amistad sincera, del amor entregado en las familias, del servicio gratuito de los pastores, de la paz verdadera de los pueblos y de todos los hombres.

REFLEXIÓN DEL P. LUIS MARCO SUS, C.P.

JUEVES SANTO: "OS HE DADO EJEMPLO"

Hoy es un día inolvidable para los cristianos. La Pascua, que conmemoraba la liberación de la esclavitud y el paso del mar Rojo hacia la libertad, compendiaba todas las intervenciones de Dios a favor del pueblo elegido. Es un día memorable, para celebrar. Y lo sigue siendo para todos los cristianos porque Jesús, al sentarse a la mesa con los discípulos para celebrar la Pascua, lo colma de sentido.

Estamos en el Cenáculo. Jesús y los discípulos, con algunas mujeres. Cristo-Sacerdote compartiendo su vida y misión en la intimidad, con los presbíteros.

Nos introducimos en el Triduo Pascual. Tres días para vivir la unidad del misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección. Son momentos de la única Pascua de Cristo.

Nos quedamos sin palabras ante el gesto del lavatorio de los pies. El asombro de los apóstoles es la imagen de nosotros mismos. Los esquemas han quedado rotos. Cuando nos sentimos jóvenes y fuertes somos capaces de ‘comernos’ el mundo, y a casi nadie nos resulta fácil dejarnos ayudar. Nos gusta ser protagonistas. Pero es el Señor —siempre tiene que ser Él— el que marca los pasos, la mirada, las palabras, los gestos…

Quiere lavarnos los pies. Quiere que sintamos su misericordia, su amor y su perdón. Déjate lavar por el agua viva de Jesús. Déjate lavar con humildad, ante el abajamiento más extremo del Señor, para convertir tu corazón de piedra en un corazón de carne, para tener la amabilidad y el detalle de hacer tú lo mismo. Nos decía el papa Francisco: “¿Estoy verdaderamente dispuesta o dispuesto a servir, a ayudar al otro? Pensemos esto, solamente. Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, que Él hace, porque Jesús ha venido precisamente para esto, para servir, para ayudarnos”.

Nos sentamos en torno a la mesa, en acción de gracias. Jesús parte el pan y dice: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por nosotros”. Y lo mismo con el cáliz: “Este es el el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre”. La Pascua es la celebración de la comunidad en torno a la Eucaristía. “Sacramentode la Pascua del Señor, memorial de su muerte y resurrección, signo escatológico de su futura venida”.

Acercarse a comulgar hoy, día de Jueves Santo, es beber y masticar todo el amor del Señor que se nos da en oblación, en sacrificio, para hacernos pan compartido para los demás. Es saborear y gustar el amor inmenso que Él te tiene para recrear con tu trigo y tu vino el Pan de la fraternidad en la comunidad, en la Iglesia. Al comulgar te haces uno con el Señor. Aceptas vivir en la unidad desde la diversidad y la riqueza eclesial. Al comulgar recibimos al Amor, para amar de verdad.

Y ahí se queda Él, en el Sagrario, tantas veces abandonado. Ahí se queda, para adorarle y para enseñarnos que el que guarda la vida, el egoísta, la pierde; y el que la pierde, el que da su vida, el que se desvive por los demás, la gana. No podemos quedarnos en los gestos y ritos, hay que dar el paso a la vida: no podemos quedarnos en la cena, hemos de seguirle hasta Getsemaní, hasta la Cruz…

REFLEXIÓN DEL P. LUIS MARCO SUS, C.P.

DOMINGO DE RAMOS: "ES JESÚS, EL PROFETA"

Hoy entra Jesús en Jerusalén, en la ciudad más importante de Israel, la ciudad santa. Ya durante la Cuaresma hemos contemplado a Jesús, que tiene el firme propósito de subir a Jerusalén. Es consciente de que allí llegará la Pasión y la glorificación. Con espontaneidad el pueblo se echa a la calle y, en un momento, todos, con palmas y ramos de olivos, alfombran el suelo y lo proclaman Rey y Señor. Es una manifestación mesiánica de Jesús. Al que montan en un borriquillo, lo clavarán en una cruz.

Esta semana es consecuencia lógica de toda la predicación de Jesús, de todo el amor de Jesús hacia su pueblo, hacia sus gentes… hacia sus amigos, hacia los niños y pobres. Esta página es el anticipo de la Pascua, de la victoria sobre la muerte, de la resurrección.

Ante el umbral de la Semana Santa, ante la puerta que abre el camino hacia la cruz, hay que descubrirse, hay que entrar dentro, al interior, y alejarse un poco de todo el ruido exterior, y mirarnos a nosotros mismos, con sinceridad, sin miedo, con mucha esperanza.

Nos podemos preguntar al inicio de esta semana: ¿Es Jesús el Señor y el Rey de nuestra vida? ¿O tal vez nos sucede como a aquella gente, que tras los vivas a Dios le damos la espalda y le condenamos, como cuando calumniamos al hermano y lo despreciamos? Quizás tenga que reconocer que necesito una constante en la vida, que mi ser cristiano no sólo es un reflejo de pancartas, de vítores y pasacalles. La procesión más bella de mi existir es una vida de gracia y amistad, la que el Señor me regala y me brinda cada mañana para disfrutar con el corazón y la palabra. Sólo así podré aclamar con los niños: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”.

¡Qué bonito lo decía el Papa!: "También nosotros hemos acogido al Señor… Es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en nuestro camino". Y continuaba: "No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles".

Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea, entra cargado de ternura y con la paz en las manos.

REFLEXIÓN DEL P. LUIS MARCO SUS, C.P.