A un día del comienzo del Triduo Santo vemos cómo Judas Iscariote va a negociar el precio con los sumos sacerdotes para entregar a Jesús, y se hace hincapié en el peligro de dejar rienda suelta a la avaricia en nuestra vida: al final, acabamos vendiendo a Jesús.
Desde casa: De nuevo la casa, (¿Casualidad otra vez?). "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."» El Señor no para de recordarnos que quiere venir a nosotros, en esta casa, en estos acontecimientos.
Cuando un libro no nos interesa, lo dejamos a mitad, cuando una canción no nos gusta la dejamos, cuando algo nos aburre nos libramos de eso rápidamente, cuando Judas decide romper el vínculo con Jesús lo sustituye por otro valor, en este caso el dinero. Quizás en esta cuarentena estamos ya cansados de tanto tiempo en familia, de la casa, de la misma rutina, de no poder hacer las cosas a como estoy acostumbrado. etc. Formar parte del Reino de Dios significa ver el bien y la verdad en cualquier circunstancia, incluido esta que todos estamos viviendo y por encima de todos ser fieles a Dios.
Muy pronto, nos estamos desesperando, y como Judas pretendemos una salvación terrena buscando una solución terrena. Nuestra desesperación y preocupación puede llevarnos a buscar cambio de valores, a darle la espalda a lo que Jesús quiere de nosotros, a buscar soluciones y salidas rápidas a estas circunstancias. En esta lectura se habla del dinero, algo fácil en lo que caer e identificar. En este día de hoy pongamos en familia nombre y apellidos a aquello que me desespera, que me inquieta y quiero darle un cambio, una solución rápida. Pongamos en manos de Dios cada vez que se me pase por la cabeza, sabiendo que ÉL le dará un sentido, quizás no a la velocidad que quiero, pero sí como Él quiere mostrármelo.
Desde nuestra comunidad parroquial: Oración proclamada por nuestro párroco/sacerdote en nombre de toda nuestra feligresía.
Jesús, no permitas que abuse de tu misericordia.
Que mi corazón no se endurezca, sino que se llene de ese santo temor
que lo encauce a nunca ofenderte conscientemente.
Gracias por darme la luz para formar mi conciencia
y la fuerza para luchar siempre contra toda forma de egoísmo o doblez.
Sé que llegar a santidad es difícil, que no se logra de un día para otro,
pero no permitas que nunca deje de esforzarme por conseguirla.
Amén