VIERNES SANTO: EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU

La liturgia de la Palabra nos mostró cómo las antiguas profecías mesiánicas se cumplen en la pasión y muerte de Jesús, escuchadas durante la celebración en la versión de san Juan. Cristo, muerto fuera de las murallas de la ciudad a la hora en que se sacrificaban en el templo los corderos para la pascua judía, es el Cordero expiatorio que ha cargado con el peso de nuestros pecados y así ha sido santificado. 

La Iglesia brota de su costado abierto por la lanza del soldado, para la salvación de todo el mundo, por quien pedimos de modo especial en la oración de los fieles. El signo propio de este Santo Oficio fue la imagen del Crucificado, a quien en la acción litúrgica veneramos de manera especial. No celebramos la Eucaristía, pero comulgamos con las formas consagradas el Jueves Santo.