VIERNES SANTO: "TENGO SED"

Día de Pasión, día del mayor amor. Decía san Pablo de la Cruz que “la Pasión de Jesús es la obra más grande del amor de Dios”.

El relato de la Pasión, nos aproxima a los últimos momentos, las últimas horas del Jesús histórico entre nosotros. Todas las artes lo han plasmado en obras maravillosas: en la pintura, la escultura, la música, el cine, etc. La lectura pausada de la Pasión del Señor nos invita especialmente a adentrarnos en “el mar inmenso del amor de Dios”. La hora de su muerte estaba cerca: Getsemaní es el lugar de la lucha del hombre-Jesús y la aceptación de la voluntad del Padre-Dios. Es lugar de sufrimiento y entrega. Lugar de la agonía más abismal y de la donación más sublime que se consumará en la Cruz.

¡Cuánto cuesta decirle al Señor “hágase tu voluntad”, decirle Sí, sin condiciones! Getsemaní es la escuela para aprender a decir sí a Dios, aunque uno llegue al sufrimiento ilimitado. Getsemaní nos invita a aceptar la cruz que nos perdona y nos salva. Y de allí, al Gólgota: Jesús, clavado en la cruz, coronado de espinas, atravesado por la lanza, desnudo… Jesús con los brazos abiertos, abrazando a la humanidad. Es la imagen que mejor representa lo que es el Amor, la entrega, el esfuerzo, la coherencia, el perdón. Lo rubrican además, sus últimas palabras. Hoy nos postramos ante la Cruz, la besamos y la adoramos, y nos abrimos a la oración más universal si cabe, para que nadie quede excluido de la salvación alcanzada por la Pasión de Cristo.

La Cruz es el altar del amor infinito. Allí respondemos a la invitación de Cristo: aceptar el dolor, y ayudar al otro a llevar la cruz. Comulgamos con su Pasión.

No quiero añadir muchas palabras. Nos decía el Papa: “En esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva”.

Jesús tiene sed. Lo dice su cabeza coronada de espinas, sus brazos abrazando al mundo, sus manos abiertas, sus pies cansados, su costado abierto, su rostro y su voz ronca: “Tengo sed”. Jesús tiene la sed de agua, cierto. Pero, sobre todo, del perdón entre nosotros, de la amistad sincera, del amor entregado en las familias, del servicio gratuito de los pastores, de la paz verdadera de los pueblos y de todos los hombres.

REFLEXIÓN DEL P. LUIS MARCO SUS, C.P.